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Mesas Parlantes - Caso; Ariel Farias

Os dejo con este caso increíble sobre las mesas parlantes y la investigación al dotado psíquico Ariel Farias.

La fuente original de la información la podéis encontrar en http://www.alipsi.com.ar/e-boletin/E-BOLETIN_PSI_Vol.9_No.3_Septiembre_2014.htm#tit06



¿ESCASEZ DE CONEJOS O TRAMPAS INSUFICIENTES?: MESAS PARLANTES Y EL DESCUBRIMIENTO DE UN SUJETO PK EN BUENOS AIRES* Autor; Juan Gimeno

INTRODUCCIÓN

En el ámbito parapsicológico es habitual asegurar que se han vuelto escasos los sujetos de experimentación psi con resultados altamente significativos, y en lo referido a los fenómenos físicos se concluye sin discusión que las investigaciones objetivas de fenómenos de macro-PK parecen haberse detenido, o al menos que no es posible publicar resultados alentadores. El caso del Scole Group, con la imposibilidad para incorporar controles adecuados que confirmen o desmientan los fenómenos producidos en la oscuridad (Keen, Ellison & Fontana, 1999), a pesar de contar con avances tecnológicos que disponían de técnicas de registro discretas y automáticas, o, peor aún, el descubrimiento por parte de Stephen Braude (2014) y Michael Nahm (2014) del fraude detectado del medium Kai Mügge del Fénix Experimental Group, simulando ectoplasmas y luces, parece confirmar tales aseveraciones. Sin embargo, este artículo presentará una serie de observaciones que se presentan como una alternativa a las expectativas habituales.

ANTECEDENTES

Durante el Tercer Encuentro Psi 1998, presenté un trabajo que pretendía llamar la atención sobre la importancia estratégica de los fenómenos ostensibles, en el que aseveraba (Gimeno, 1998):


Se intentará mostrar uno de esos caminos, actualmente casi intransitado pero de grandes perspectivas. Es, casi con seguridad, el único fenómeno ostensible que, bajo determinadas condiciones, puede ser repetido a voluntad por cualquier persona. Reportado desde la antigüedad de manera confusa, hacia 1850 tuvo su explosión conocido en los ambientes espiritistas como table-turning, table-tilting o table-liftingen inglés; o tables tournantes en francés, que en castellano se acostumbra a traducir como mesas parlantes o mesas giratorias, y modernamente es incluido entre los fenómenos de macro-PK." (p. 53)


En los antecedentes, dejaba de lado deliberadamente los informes con sujetos especiales, como Daniel Home o Eusapia Paladino, para poner toda la atención en grupos informales, conocidos como sitter-group (Barret, 1918; Gasparin, 1854; Hare, 1856; Thury, 1855; Wallace, s/f), en los que, luego de cumplir determinadas fórmulas o rituales, al tiempo comenzaban a producirse crujidos o leves desplazamientos de la mesa alrededor de la cual se reunían, hasta llegar en los mejores casos a conseguir levitaciones totales, y eventualmente raps, aportes o luces de origen desconocido. Si bien estos informes no eran copiosos, resultaban significativas una serie de coincidencias, como eran la autoridad científica de los organizadores, la elección de participantes que nunca habían reportado otros fenómenos físicos, el patrón de ocurrencia de las manifestaciones y sobre todo su persistencia a pesar de la ausencia de cualquiera de los miembros del grupo. A partir de 1930, el paradigma rhineano diseñó experimentos de laboratorio que alcanzaron los estándares científicos reclamados, por lo que el trabajo con mesas parlantes fue perdiendo entusiasmo. Así, muchas experiencias con pautas y resultados similares a las ya mencionadas circularon en manuscritos privados o de boca en boca, y sólo fueron publicadas cuando el prestigio o la edad de sus autores lo permitieron. Entre ellos se puede mencionar a los estudios de Jules Eisenbud (Pilkington, 1987), y los ensayos de Stephen Braude (1992), Montague Ullman (1993) y Silvio Ravaldini (1995), que demoraron 54, 24, 60 y 61 años respectivamente, en dar a conocer su "pecado". Argentina no fue una excepción y conoció dos grupos en la ciudad de La Plata, con la particularidad de que sus miembros debían ser estudiantes o graduados universitarios, uno dirigido por el físico José María Feola (2013) y otro por el matemático Mischa Cotlar (Gimeno, 2008), ambos consiguiendo notables manifestaciones físicas publicadas, de acuerdo a la tónica de la época, luego de más de medio siglo de ocurridas. Quien logró incluir a las mesas parlantes entre los grandes temas de la parapsicología moderna fue Kenneth Batcheldor (ver Batcheldor, 1966), no sólo por conseguir resultados, sino por avanzar en una teoría sobre la inducción a la PK en pequeños grupos (Batcheldor, 1984), en la que postula que se trata de una conducta humana universal que cualquier grupo puede desarrollar, combinando actitudes de serenidad, optimismo, interés, persistencia y solidaridad, y evitando factores negativos como el escepticismo y el temor. Las conclusiones y los éxitos de Batcheldor alentaron la formación de nuevos grupos (Brookes-Smith & Hunt, 1970; Owen & Sparrow, 1976; Storm & Mitchel, 2003; Williams & Lang, 2002; Wilson, Williams, Harte & Roll, 2010) aunque sin terminar de neutralizar un falso halo de oscurantismo y prejuicio de que es imposible culminar investigaciones inobjetables con mesas parlantes. En los últimos veinte años organicé o participé de diversos grupos de mesas, cada vez que se me presentó la oportunidad, una vez que me convencí de que, al igual que ocurre cuando se compra un billete de lotería, si bien la probabilidad de éxito es muy baja, los costos justifican plenamente los potenciales beneficios. En ninguno de ellos presencié un fenómeno compatible con la PK, aunque sirvieron para entrenarme en los aspectos psicológicos y motivacionales de los asistentes, y sobre todo profundizar en las posibilidades de fraude consciente e inconsciente. Al finalizar cada experiencia sin el resultado esperado, me consolaba recordando una frase de Batcheldor (1979) escrita al respecto: "Uno puede preparar la mejor trampa pero eso no significa que el conejo vaya a llegar pronto. Se debe ser paciente y esperar" (p. 6). Hasta que finalmente, para mi sorpresa, la trampa se activó.

EL GRUPO "LUCES ROJAS"

Mientras investigábamos con Juan Corbetta otros temas parapsicológicos, llegó hasta nosotros la noticia de que una mujer que había enviudado recientemente, denunciaba movimientos de objetos en su domicilio, atribuyéndolos a mensajes de su marido fallecido. En lugar de seguir el caso como un supuesto poltergeist, decidimos organizar y dirigir juntos un grupo de mesas parlantes, que se llamó Luces Rojas, para que ella pudiera canalizar sus expectativas. A la reunión de presentación asistieron once personas, entre las que se destacaban un físico, una antropóloga, una abogada y dos sanadores, todos reclutados por participar en cursos y seminarios de parapsicología. El compromiso que aceptaron fue asistir a una reunión semanal durante tres meses aunque no ocurriera nada notable, luego de que les explicáramos que la PK grupal debía desarrollarse lentamente, con la cohesión y la camaradería colectivas, que trataríamos de incrementar leyendo y discutiendo textos afines, compartiendo refrigerios y comentando situaciones personales relacionadas con la parapsicología. La probabilidad asignada por cada uno de que ocurrieran fenómenos era muy variable: iba desde considerarla imposible por parte del físico, la antropóloga y uno de los invitados cuyo nombre es Ariel, reconociendo que sólo asistían por satisfacer una curiosidad o por no despreciar la invitación, pasando por los organizadores a quienes nos parecía muy difícil que la mesa se moviera, hasta llegar al resto de los participantes a quienes les parecía bastante posible que se pudieran repetir los éxitos de otros grupos, incluyendo entre ellos a tres que hasta temían alguna represalia en caso de molestar a los espíritus involucrados, con quienes tuvimos que esforzarnos para minimizar sus temores. El plan consistía en comenzar con períodos de inducción breves, de diez o quince minutos que se irían incrementando, con descansos intermedios y charlas previas y finales de evaluación. Nos sentamos alrededor de la mesa (exceptuando un observador externo que eligió el lugar de la habitación que consideraba más apropiado, según las circunstancias), se realizó un llamado del tipo: "Si hay alguien presente que pueda mover la mesa, producir raps u otros fenómenos físicos, lo invitamos a que lo intente ya que estamos aquí para eso", y luego esperamos. La apelación a fórmulas espiritistas no coincidía con nuestro pensamiento respecto de los posibles agentes productores, aunque sí era la explicación preferida para la mayoría. Así que, después de aclarar nuestro punto de vista y adelantar las dificultades metodológicas para confirmar esta hipótesis, aceptamos realizar este tipo de llamado. En todos los encuentros se registró el audio y a partir de la quinta reunión se filmó con hasta dos cámaras de mediana calidad, a color y con micrófono incorporado. Salvo breves períodos, siempre se trabajó con buena luz, sin distinguir diferencias entre ambas condiciones (el nombre del grupo no implica el empleo de una luz roja, sino que es un homenaje a la película homónima titulada Red Lights, con guión y dirección de Rodrigo Cortés que tanto me había hecho reflexionar sobre estos fenómenos). El lugar era un aula con un espacio libre de 7x4 metros, aproximadamente. Se comenzó incluyendo música clásica de fondo, pero a los pocos minutos fue rechazada por varios asistentes, así que sólo se escuchaba el reiterado "llamado", comentarios circunstanciales y algunas bromas para generar un ambiente distendido y confiado. Se acordó desalentar cualquier tipo de manifestación subjetiva, como mensajes telepáticos o "señales" que sobre todo los sanadores insistían en estar recibiendo, instando a que sólo se expresen moviendo la mesa o produciendo golpes. Por último, acordamos entre los directores no generar ningún artificio (contradiciendo la sugerencia de Batcheldor de incluir subrepticiamente un primer fraude -consciente o inconsciente- para disparar un efecto PK auténtica) y mantener un control atento -pero no invasivo- que sería facilitado por la buena iluminación. La primera reunión se desarrolló el 5 de abril de 2013 y asistieron nueve personas. Nos sentamos alrededor de una pequeña mesa redonda de cuatro patas, de 40 centímetros de diámetro y 2,5 kilos de peso. Durante el primer segmento de 20 minutos se escucharon crujidos en el tablero, registrados en el grabador y percibidos en las yemas de los dedos de quienes apoyábamos las manos. Luego de un descanso, a partir de los 13 minutos posteriores, se reportaron tres desplazamientos de la mesa de pocos milímetros. A partir de la siguiente reunión y hasta la octava se decidió cambiar la mesa por otra más grande, rectangular, de 70 centímetros de alto, 116 centímetros de largo, 76 centímetros de ancho y 22 kilos de peso, para que estuviéramos más cómodos y para inhibir los esfuerzos musculares inconscientes que podían estar provocando los movimientos. Sin embargo, éstos se fueron incrementando a medida que transcurrían las reuniones. En general, luego de un lapso de media hora o más en que se oían crujidos, comenzaron los desplazamientos horizontales, cada vez más extensos, que obligaban a los asistentes a ponerse de pie para seguir la mesa por la habitación. En el video de la reunión #6 se puede contar 27 segundos durante los cuales la mesa se desplaza en forma continua. Por supuesto que estos resultados nos sorprendieron, sobre todo porque nos resultó imposible reproducir fuera de la reunión y por medios normales la magnitud de los desplazamientos, pero también crearon un ambiente de algarabía en el grupo. Se estableció un código de comunicación que atribuía afirmaciones, negaciones u otras declaraciones al desplazamiento de la mesa en direcciones determinadas, logrando una identificación nominal ("Cristina", la tía fallecida de una de las asistentes), aunque sin conseguir datos objetivos que lo avalaran. En algunas ocasiones, el movimiento se tornaba incontrolable y en otras respondía preguntas y cumplía requerimientos precisos ("Queremos que vayas hasta la puerta", "queremos que arrincones a fulano contra la pared porque no cree que eres Cristina", etc.). De las quince reuniones organizadas, sólo en tres no se consiguieron resultados, pero la #9 fue la más significativa. A ésta asistimos cinco personas, y ya en la primera parte se observaron movimientos efímeros e imprecisos. Durante el descanso se decidió cambiar la mesa habitual por otra redonda de tres patas, de 65 centímetros de diámetro y 8 kilos de peso. Al minuto de retomar la actividad, comenzaron los desplazamientos, primero breves y enseguida extensos, mientras los asistentes uníamos las manos que se apoyaban sobre el tablero. Ante el pedido para que la mesa levitara, ésta levantó una de sus patas y luego la segunda, girando sobre la que permanecía en el piso y desplazándose por toda la habitación apoyando una, dos o tres patas alternativamente. Mientras tanto, los que manteníamos las manos sobre el tablero percibíamos un empuje firme pero elástico hacia arriba, como si las patas elevadas estuvieran en realidad apoyadas sobre un colchón inflado con aire o con agua, aunque veíamos que esto no era cierto ya que podíamos deslizar sin dificultad nuestras manos libres por el espacio que quedaba entre el final de la pata y el piso. Uno de esos recorridos llevó a la mesa hasta un rincón de unos 4 metros cuadrados, que estaba elevado del resto del piso unos 20 centímetros. La mesa se detuvo un instante, levantó una de sus patas, se desplazó hacia delante, levantó las patas restantes y accedió al sitio; inmediatamente se le pidió que realizara el recorrido inverso, lo que ejecutó sin inconvenientes, ganándose el aplauso general ante la proeza. Cuando los movimientos se tornaron incontrolados, uno de los presentes decidió subirse sobre el tablero; sin embargo la mesa siguió moviéndose, aunque con dificultad; a continuación, para satisfacer otro pedido, levantó bruscamente una de sus patas para expulsar al improvisado navegante. Inmediatamente esta acción se repitió de manera idéntica con otra de las asistentes. Ante el estupor y la agitación colectiva, la mesa seguía desplazándose por la habitación con la única condición de que dos personas apoyaran las manos sobre el tablero. No hubo manera de convencer a "Cristina" de despedirnos hasta la semana siguiente, por lo que decidimos finalizar abrupta y unilateralmente la reunión; al quitar todas las manos simultáneamente del tablero, la mesa recuperó su inmovilidad habitual. Mientras se sucedían las reuniones, los directores analizamos los videos y discutimos las estrategias para continuar. Había principalmente dos grandes cuestiones a resolver: la primera, si quedaba alguna posibilidad de que los fenómenos fueran fraudulentos. Concluimos que había acciones imposibles de simular, como algunas de la reunión #9; mientras que la mayoría sólo eran posibles si varios de los asistentes se confabularan sumando sus fuerzas musculares sobre el tablero. Para descartar esta posibilidad, se dispuso incluir barreras entre las manos y el tablero para minimizar el efecto del rozamiento. Por otra parte, la rapidez con que habían aparecido los fenómenos, sugería que no estaba actuando una PK grupal producida por personas comunes sino un sujeto especial PK mezclado entre los asistentes. Analizando la concurrencia a las distintas reuniones, detectamos que Ariel había estado ausente en dos de las tres en las que nada había ocurrido, mientras que en la tercera había decidido permanecer como observador externo; además, se detectaron varios momentos en que la mesa se detenía cuando Ariel quitaba sus manos. Todas estas especulaciones nos llevaron a que la reunión #14 fuera distinta y reveladora. Una vez que la mesa consiguió su movimiento habitual, se incorporaron sucesivamente entre el tablero y las manos: un mantel de material sintético, hasta tres manteles de algodón gruesos superpuestos y bandejas de telgopor; en todos los casos la mesa siguió moviéndose, aunque con velocidad y empuje variables. Luego de un descanso se realizó una experiencia decisiva: se le pidió a cada asistente que se alejara de la habitación unos siete metros durante unos minutos y que luego regresara, verificándose que en el único momento en que la mesa se detuvo fue cuando Ariel estaba ausente. Posteriormente se fue separando a cada asistente pero sin dejarlo que retornara, reduciéndose así la cantidad inicial de seis hasta llegar a uno, y la mesa siempre siguió moviéndose o elevando alguna de sus patas. El último que quedó apoyando sus manos sobre la mesa fue Ariel. De esta forma confirmamos que teníamos delante un sujeto especial, que habíamos encontrado casi por casualidad y que cambiaría radicalmente nuestros objetivos inmediatos.

UN CAMBIO DE PERSPECTIVA

El descubrimiento inesperado de las habilidades de Ariel hizo que se relativizara el valor de los antecedentes que nos guiaban, ya que todos describían el funcionamiento de grupos sin sujetos especiales. A partir de ese momento debíamos revisar la otra mitad de la biblioteca, o sea aquellos informes sobre grupos que tenían como centro a un sujeto especial, como el organizado por William Crawford con la médium Kathleen Goligher (Crawford, 1916, 1919), o prestar atención al trabajo de laboratorio realizado en soledad por William Crookes con Daniel Home (Crookes, 1871), o acercarse a otros más recientes aunque precarios e incompletos, como eran los trabajos con Uri Geller (Hasted, Bohm, Bastin, O'Regan, & Taylor, 1975), Mattew Manning (Bierman, De Diana, & Houtkooper, 1976) o Nina Kulagina (Pratt & Keil, 1973). Otra novedad insospechada fue que la mayoría de los miembros comenzaron a mostrar una notable falta de entusiasmo, expresada en inasistencias injustificadas y en el quiebre del clima de cordialidad. Parecían decepcionados por no estar ellos en el lugar del sujeto especial. En cambio Ariel, en primera instancia, se resistió a creer que fuera el responsable de los movimientos, generando lo que podía entenderse como un mecanismo de negación, aunque terminó aceptándolo ante la fuerza de las evidencias. En ese momento se resignificó un acontecimiento que había relatado en conversaciones previas y que nosotros relacionamos a posteriori con el éxito obtenido. Se trataba de un caso de poltergeist que lo había tenido como principal testigo y que describo brevemente a continuación.

EL CASO DE ARIEL FARIAS

Ariel Farías nació el 13 de diciembre de 1975 en un barrio de clase media de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, donde su familia habitaba un departamento en un primer piso. Estaba compuesta por el padre, llamado José María, que trabajaba como portero en el edificio donde vivían, la madre, de nombre Nélida Esther, que hacía tareas domésticas, y una hermana siete años mayor que él. Ariel fue un alumno correcto y terminó su colegio primario y secundario en la escuela pública. Luego pasó por varios empleos y actualmente se desempeña como vendedor de una fábrica textil. Es una persona inteligente y sociable, y entre sus intereses figuran la parapsicología, el idioma chino, del que estudió cinco años para capacitarse como traductor, las artes marciales -de las que actualmente es profesor en un instituto privado-, y el budismo -que reconoce como su religión aunque no practica sus ritos. Tiene una pareja estable desde hace varios años y espera ser padre en poco tiempo.


Ariel Farías, el sujeto PK descubierto durante las reuniones del grupo Luces Rojas.

A mediados de 1986 falleció sorpresivamente su padre, a la edad de 54 años. Ariel quedó profundamente conmovido, no sólo por la pérdida sino por haber tenido un sueño premonitorio en el que se le presentaron las circunstancias y el momento exacto del desenlace. A partir de entonces su carácter se volvió introvertido, engordó y comenzó a sufrir de gastritis nerviosa; también comenzaron los problemas de aprendizaje en la escuela, en donde sus compañeros lo hicieron blanco de su acoso, hoy conocido como bullying. Dos años después comenzaron a ocurrir una serie de perturbaciones en el departamento que compartía con su madre (su hermana se había mudado recientemente). Al principio, su madre aseguraba ver pasar una "sombra", a la vez que el perro ladrada compulsivamente; se movían las llaves dentro del llavero y se caían objetos que colgaban de las paredes. En varias ocasiones, estando ambos sentados en la cocina, escuchaban ruidos en el dormitorio matrimonial, y al acudir encontraban no sólo las puertas del placard abiertas sino todo su contenido caído sobre la cama. Al principio veían con cierto consuelo los hechos, ya que los interpretaban como mensajes enviados por su fallecido padre; pero terminó venciéndolos el miedo, sobre todo a partir de un acontecimiento particularmente perturbador, ocurrido mientras Ariel estaba solo en el departamento: Sintió una sensación inexplicable de angustia, luego escuchó una detonación y vio que un espejo pequeño que estaba frente a él desapareció, para ser encontrado luego en un pasillo externo, roto en múltiples pedazos. En adelante pidieron ayuda a diversos ministros religiosos y representantes de cultos, hasta que poco a poco todo volvió a la normalidad, aproximadamente un año después comenzados los disturbios.


LA SEGUNDA ETAPA

Una vez finalizado el período de tres meses al que nos habíamos comprometido a mantener la estructura del grupo, realizamos algunas consultas con Ariel y a la vez analizamos las posibilidades futuras. Básicamente se planteaban dos modelos a seguir, ya mencionados: por un lado el de William Crawford, quien aseguraba que, para los fenómenos físicos (Crawford, 1916):

No se pueden esperar resultados interesantes si no se reúnen las condiciones siguientes de la manera más perfecta posible:

(a) un médium muy poderoso.

(b) un círculo que lo sostenga.

(c) el médium y el círculo deben estar imbuidos del carácter serio y solemne de los fenómenos que se presenten y participar del deseo de aprovecharlos lo más posible para el bien general.

(d) un grupo de operadores que profesen el criterio arriba mencionado.

(e) los fenómenos no se producen espontáneamente sino a petición. (p. 3)


Más adelante agrega la necesidad de trabajar a oscuras o con una tenue luz roja. El término "operadores" incluido en el punto D es un eufemismo para referirse a espíritus guías que ayuden al investigador, y el "carácter serio y solemne" mencionado en el punto C es el requerido en las sesiones mediúmnicas. En cambió William Crookes plantea una mirada más cercana al laboratorio de investigación clásico, y alerta sobre algunos errores (Crookes, s/f):


Uno es que la oscuridad es esencial para la producción de los fenómenos (…). Otro error, que es común, consiste en creer que las manifestaciones no pueden producirse sino en horas y sitios determinados (…). Un tercer error es el creer que el médium debe escoger un círculo de amigos y compañeros que deban asistir a su sesión y que estos amigos deban creer firmemente en la verdad de cualquier doctrina que el médium enuncie. (p. 171-172)


Teniendo en cuenta que Ariel compartía nuestra hipótesis parapsicológica sobre los hechos, y la dificultad que significaba reconstruir el grupo primitivo (más proclive a aceptar la ayuda de los espíritus, u organizar otro nuevo), decidimos iniciar una nueva serie de reuniones con Ariel como único sujeto a investigar, evitando así los errores señalados por Crookes y respetando al menos la primera y la última de las condiciones establecidas por Crawford. Se realizaron en total diez reuniones, numeradas de la #16 a la #25, entre agosto y noviembre de 2013, todas con buena luz, incluyendo algunas con iluminación natural que entraba por las ventanas. Se utilizó una nueva mesa de madera de tres patas fabricada especialmente, con un tablero redondo de un metro de diámetro y 12 kilos de peso total.

Secuencia que muestra el proceso de manifestación de la psicokinesis en Ariel Farías, trabajando en condiciones excelentes de control y documentación, con buena luz y sin rituales limitantes para el investigador.


Nuestras principales expectativas consistían en lograr la levitación de la mesa y el movimiento sin contacto de pequeños objetos mediante diversas técnicas, entre otras las de sugestión, meditación y relajación, pero no se consiguió ninguno de estos fenómenos; de todas maneras, la técnica que produjo mejores resultados parciales fue la de la hiperventilación. Es de destacar que para elicitar el fenómeno fue necesario diluir un miedo que Ariel reconoció experimentar, que lo retrotraía a los momentos atormentados de su episodio poltergeist. Manifestaba -con los crujidos previos a los movimientos y cuando la mesa se tornaba incontrolable- la misma angustia que en su pubertad, temiendo que el fenómeno lo siguiera nuevamente hasta su domicilio. En esta lucha de fuerzas, entre su entusiasmo racional por avanzar en el trabajo y el temor inconsciente que afloraba a medias de repetir antiguas escenas, no fue posible para nosotros influir de manera determinante, considerando el escaso tiempo disponible. Otro de los objetivos que se cumplió a medias fue la presencia de personas destacadas. Sólo pudieron concurrir la museóloga Fabiana Savall y el psicólogo JCA, en la reunión #18 y #19 respectivamente. El comportamiento de Ariel como anfitrión fue diverso, ya que en presencia de la primera, tal vez por conocerla de antemano, pudo desarrollar sus habilidades con normalidad, lo que no ocurrió en el segundo caso, produciendo sólo movimientos residuales aunque observables, y mostrándose ansioso por la opinión del visitante. En cambio consiguió importantes avances para controlar a voluntad su PK. Pudo desplazar la mesa hacia un lado o hacia otro a pedido. Uno de sus mayores logros fue "aprender" a levantar la pata de la mesa que quedaba de su lado, eligiéndola por ser la única de las tres que resultaba imposible de elevar con su fuerza muscular (las que estaban frente a él podían elevarse si ejercía con sus manos una fuerte presión sobre el tablero hacia abajo). También, aunque en menor medida, pudo levantar dos de las patas de la mesa simultáneamente. Logró repetir estas acciones reiteradas veces, durante períodos que duraron desde unos segundos hasta más de 7 minutos. Mientras esto ocurría, uno de nosotros filmaba y el otro revisaba los pies y piernas de Ariel, lo instaba a mover las manos, a dejar apoyada sólo una o sólo las yemas de los dedos, pasaba sus manos por debajo de las patas separadas del suelo y otras alternativas por el estilo a fin de descartar cualquier artificio. En alguna ocasión se repitió con éxito la inclusión de barreras entre las manos y el tablero, y también el ejercicio de que la mesa subiera al sitio elevado, como había ocurrido en la primera etapa. Durante la reunión 21 intentó levitar una pequeña mesa de cuatro patas, cuyo tablero medía 30 centímetros de largo por 20 centímetros de ancho, que colocamos sobre la mesa grande. El razonamiento que nos llevó a diseñar este ensayo era sencillo: si podía levantar una pata de la mesa grande que pesaba 4 kilos (un tercio del total), podría también levitar completamente una pequeña mesa que pesara menos de 4 kilos. Pero por lo visto la PK no gozaba del carácter transitivo de otras fuerzas, ya que sólo pudo elevar dos y tres patas de la pequeña mesa, agregando un misterio más a los que ya nos desvelaban. La reunión #22 fue dedicada a realizar mediciones, sobre todo para evaluar el comportamiento de Ariel ante la inclusión de elementos hasta entonces extraños. Se utilizó un dinamómetro portátil con escala de 0 hasta 25 kilos con indicador de valor máximo y fracción mínima de 0,1 Kilos. Previamente se había medido el peso ejercido por una de las patas de la mesa contra el piso, con el resultado ya indicado de 4 kilos. Una vez que Ariel pudo elevar la pata mediante PK, se midió la fuerza descendente necesaria para neutralizar el efecto y hacerla caer, correspondiendo a un valor de 5,4 kilos. Por último se intercaló el dinamómetro entre el borde del tablero y un punto exterior fijo, y se le pidió que tratara de desplazar la mesa horizontalmente en sentido opuesto. Una vez terminado el ejercicio, se observó en el dinamómetro un valor máximo de 5,1 Kilos. Es de destacar que Ariel no sólo no manifestó molestias ante las interferencias obligadas sino que desplegó sus posibilidades habituales, entusiasmado por participar de la tarea experimental e interesado ante los resultados y sus implicancias. Finalmente, el objetivo de mejorar la documentación del fenómeno respecto de la primera etapa se consiguió, logrando excelentes tomas, en algunos casos con dos cámaras simultáneas desde distintos ángulos y distancias.

El grupo Luces Rojas antes de comenzar la reunión #10. Parados, de izq. A der.: Laura Fernández, Ariel Farías, Andrea Altamirano, Juan Manuel Corbetta. Sentados, de izq. a der: Roberto Scalia, Juan Gimeno, Filippa Sotille y Mary Carballo.

CONSIDERACIONES FINALES

La reseña de este informe es apenas un borrador, teniendo en cuenta el espacio disponible. Como tareas inmediatas quedan por analizar en detalle los registros obtenidos. Durante las 25 reuniones se consiguieron algo más de 25 horas de video de buena calidad, el audio completo de todas ellas y algunas fotografías, cuya revisión -metódica y pormenorizada- podrá aportar sugestivos indicios sobre el comportamiento de la PK. Estos registros están a disposición de los investigadores que quieran revisarlos, pero decidí no hacerlos públicos para resguardar la privacidad de algunas de las personas que aparecen en ellos y para que no circulen por la web descontextualizados o editados caprichosamente, generando el efecto contrario al deseado. Por otra parte habrá que resolver algunas curiosas aberraciones lumínicas que aparecen en los videos de dos de las reuniones, por las que se consultará con especialistas para que arriesguen sobre su origen; también resultan auspiciosas las entrevistas realizadas a Ariel, en las que detalla aspectos de su historia personal, que pueden relacionarse con los de otros sujetos especiales, y una serie de fenómenos subjetivos que tenía olvidados o depreciados, y que recuperaron su importancia durante el último año. Este largo año de trabajo comenzó con la apreciación de que las posibilidades de conseguir el objetivo trazado eran escasísimas; sin embargo, siguiendo la metáfora del billete de lotería, puedo decir que ganamos uno de los premios mayores en el sorteo; pero ahora habrá que acompañar a la suerte, no dilapidando la recompensa sino invirtiéndola de manera inteligente y productiva. En el futuro inmediato, los directores del proyecto Luces Rojas hemos decidido complementarnos a través de dos estrategias, ambas acompañadas generosamente por Ariel: Juan Corbetta está llevando a cabo una investigación de corte cualitativo, realizando una etnografía de los grupos de mesas parlantes, enfocándose en el aspecto ritual para establecer el alcance de estas prácticas y su influencia en las creencias de los participantes. Por mi parte, organicé un nuevo grupo en el Instituto de Psicología Paranormal, junto con Darío Burgo, un ingeniero electrónico. Recientemente, la Parapsychological Association nos ha adjudicado la beca Gilbert Roller, destinada a financiar proyectos de investigación en el campo de los fenómenos espontáneos. Más allá del reconocimiento que significa para la parapsicología argentina, esos fondos nos permitirán organizar una investigación de largo aliento para poder documentar fehacientemente los fenómenos, replicar algunos experimentos de macro-PK conducidos en el pasado e incorporar nuevas estrategias, métodos e instrumentos de medición que nos ayuden a dilucidar de las causas intervinientes y las variables asociadas con el fenómeno. Puedo mencionar que se ha podido desarrollar un programa de macro-PK sin tener en cuenta atávicas recomendaciones que obligaban a operar en condiciones desfavorables de control y documentación. Se trabaja con buena luz, pero además, sobre todo en la primera etapa, haciendo participar a personas que tienen diversas -y hasta opuestas- opiniones respecto al fenómeno; bajo un ambiente distendido y de productiva discusión de ideas en el que ni siquiera reprimimos nuestros deseos de bromear o desafiar a "Cristina"; más aún, encontramos notables correlaciones positivas entre los momentos de mayor hilaridad, quizá producidos como una reacción emocional frente a las anomalías que estamos observando, y las más ostentosas movimientos de la mesa. Creo que las risas y carcajadas cumplen la misma función de los himnos religiosos que cantaban a viva voz los espiritistas del siglo XIX, con el mismo resultado. Por último, espero que la más importante moraleja sea contradecir -o al menos relativizar- la impresión colectiva mencionada en el inicio de este informe: que ya no es posible encontrar sujetos especiales ni culminar investigaciones exitosas con fenómenos ostensibles. Probablemente, lo que en realidad ocurra sea que dejamos de buscar a estos sujetos o a esos fenómenos ostensibles. Volviendo a la frase de Batcheldor del principio, proclamamos la extinción de los conejos cuando en realidad hemos dejado de colocar trampas para cazarlos, o al menos utilizamos en ellas la carnada para otro tipo de presa. Mi relación con Ariel es un buen ejemplo de ello. Nos conocemos desde hace 15 años. Hemos compartido talleres, cursos, experimentos y seminarios de parapsicología; también hemos discutido cada tanto de manera informal sobre la PK y sus posibilidades. Sin embargo, nunca lo había invitado a participar de un proyecto de mesas parlantes sostenido en el tiempo como el de Luces Rojas, tal vez por el prejuicio de que él no aceptaba que el fenómeno fuera posible, desoyendo el conocido refrán que asegura que sólo se encuentra aquello que ha comenzado a buscarse.



Juan Gimeno jgimeno54@yahoo.com.ar


* Agradezco la colaboración de los integrantes del grupo Luces Rojas, sin los cuales nada de lo que describe este artículo podría haberse realizado. Entre los once que comenzamos, los que aceptaron incluir sus nombres son Andrea Altamirano, Filippa Sottile, Mary Carballo, Laura Fernández, Perla Magliano, Ariel Farías, Roberto Scaglia y Juan Corbetta. ** Profesor especializado en educación de adultos e investigador en parapsicología. Se ocupa del área de Investigación Histórica del Instituto de Psicología Paranormal de Buenos Aires. Ha escrito numerosos artículos en la Revista Argentina de Psicología Paranormal y Cuadernos de Parapsicología. Sus áreas de interés son la historia de la parapsicología, investigación de la supervivencia, y los efectos físicos de la mediumnidad. Recientemente publicó Cuando Hablan los Espíritus: Historias del movimiento kardeciano en la Argentina (en co-autoría con Juan Manuel Corbetta y Fabiana Savall) (Dunken, 2010) y El buscador de maravillas: tras los pasos de clarividentes, psíquicos, curanderos (y farsantes) de la Argentina reciente (Edición del autor, 2014).


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